Una de las marcas más jóvenes del panorama automovilístico es Smart, que pertenece al grupo Daimler AG y, por tanto, también en parte a
Mercedes. Nació para cubrir un hueco en el segmento de los automóviles urbanos. De hecho, antes de su creación en 1994 se llevó a cabo un estudio de viabilidad para analizar las posibilidades de la idea. Y, a posteriori, está claro que fue acertada. Colaboró en la aventura el CEO de la relojera Swatch, Nicolas Hayek, que se propuso un urbanita con una filosofía similar a la de sus relojes: desenfadados, personalizables y útiles para el día a día. De ahí, por cierto, el nombre de Smart, que responde a Swatch Mercedes Art. Y se sorprendió al mundo con el
Smart ForTwo que era biplaza y pequeño, muy pequeño, y más tarde el ForFour, ya de cuatro plazas. Para sortear los problemas de aparcamiento de las grandes ciudades, no tiene rival. De hecho, aunque esté dentro de los utilitarios, es difícil encontrar oponentes claros a los Smart de ocasión. Por tamaño, ninguno. Y además nadie ha seguido su estela de ofrecer un vehículo casi con la potencia de una moto, aunque con excepciones más dotadas, con motores más en gasolina que diésel. Un Smart de segunda mano no te dejará tirado en carretera, pero no es lo suyo. Son manejables, algo deportivos y, para sorpresa de muchos, muy seguros frente a vuelcos, gracias a la célula Tridion, de la que hablaremos en otra ocasión. Pero son para ciudades. Madrid es el perfecto ejemplo.